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  • Una condici n sine qua non es la

    2019-05-24

    Una condición sine qua non es la institucionalización de la autonomía de las fuerzas armadas respecto del poder civil, un rasgo específico, del militarismo latinoamericano que ha hecho del Estado de excepción, la norma. En Guatemala, la misma se remonta gallic acid la Constitución de 1945 y al estatuto de las fuerzas armadas. En esa ocasión se creó la figura del jefe de las fuerzas armadas que sería electo por el Congreso, no por el presidente, de una terna que presentaría el Consejo Superior de Defensa Nacional. Así, el presidente de la República no podía destituir al jefe de las fuerzas armadas y se creó un poder más fuerte y paralelo al ejecutivo. El golpe de Estado del 30 de marzo de 1963, ideado por los dieciséis más altos jefes militares y encabezado por el coronel Enrique Peralta Azurdía, constituyó el primero realizado por las fuerzas armadas como institución. La “Carta Fundamental de Gobierno” mencionó que el ejército asumía transitoriamente el gobierno con el fin de “evitar una inminente guerra civil y la instauración de un régimen comunista, a la vez que preparar un clima político favorable” para unas futuras elecciones. El golpe contó con el apoyo del Movimiento de Liberación Nacional (mLn), del Partido Revolucionario (pr) y de la Democracia Cristiana (dc) quienes habían pactado coordinación, unidad de acción y defensa común a finales de 1960. Si bien dicho pacto se rompió en 1965, los partidos políticos participaron en las contiendas electorales subsiguientes. Luego, el ejército controló el poder por intermedio de un partido de su propia creación, el Partido Institucional Democrático (pId), bajo un pacto con el pr primero y en alianza con el mLn después. El ejército tomó nuevamente el poder del Estado de forma directa el 23 de marzo de 1982. La dictadura militar guatemalteca de 1982-1985 difiere de la anterior (1963-1966), ya que asumió un papel transformador y fundacional. Al igual que el golpe militar argentino del 24 de marzo de 1976, el golpe del 23 de marzo de 1982 se produjo cuando la crisis política, social y económica, una crisis de dominación celular colapsaba el sistema institucional y la representación de la violencia entre la extrema izquierda y derecha era hegemónica, lo cual permitía evidenciar la debilidad del Estado y la ingobernabilidad. Hablamos de representación de la violencia, porque las organizaciones político-militares en ambos casos estaban casi militarmente derrotadas al momento del golpe de Estado y los “escuadrones de la muerte” —surgidos en los años sesenta en Guatemala y a mammal-like reptiles comienzos de los setenta en Argentina— se disolvieron, en gran parte, porque sus elementos fueron absorbidos, previamente a la ruptura del orden constitucional. En el caso de Guatemala, la representación que tenía el ejército de la guerrilla era francamente desproporcionada. Para Gramajo, en 1981 el Ejército Guerrillero de los Pobres contaba con “10 000 a 12 000 combatientes armados, 100 000 elementos de infraestructura o Fuerzas Irregulares (fIL) y Autodefensas Locales (adL), fuerzas que mantenían bajo su directa influencia y control cerca de 260 000 habitantes del altiplano, a quienes también ellos denominaron Comunidades de Población en Resistencia”. Estas cifras resultan descabelladas si las comparamos con las de Edelberto Torres-Rivas, quien habla de 2 mil combatientes armados en total y de un apoyo de 100 mil indígenas no combatientes. La percepción triunfalista de la dirección militar de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (urng) posiblemente colaboró con esa representación, la cual no logró visualizar los duros reveses que la ofensiva contrainsurgente del ejército asestó contra la guerrilla en la capital y luego en el altiplano desde octubre de 1981 y las (in)capacidades militares de la misma (al menos del egp). La orpa, la organización que más éxitos militares logró con sus fuerzas de élite, consiguió reestructurar el frente urbano hacia 1982, aunque estuvo infiltrado por el ejército desde el comienzo. Hacia 1984 el ejército había acabado con su estructura política y militar de élite.